María
era hija de don Fadrique Manrique, hijo bastardo de Enrique II de
Castilla, y de Beatriz de Figueroa, hija de Gómez I Suárez de
Figueroa y Elvira Laso de Mendoza. Como vemos, María estaba
emparentada, a través de su madre, con la Casa de Feria, de tal
forma que era sobrina de Lorenzo II Suárez de Figueroa, primer conde
de Feria.
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María
Manrique, representada en una estatua orante, en madera policromada. Altar de la Iglesia de San Jerónimo de Granada.
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El
14 de febrero de 1489, María Manrique, dama de cámara de la reina
Isabel, casó con Gonzalo Fernández de Córdoba, nuestro Gran
Capitán, que acababa de enviudar de su primera mujer. El matrimonio
fijó su residencia en Íllora. Gonzalo andaba por entonces
combatiendo con las tropas de los Reyes Católicos en la campaña de
Granada, así que María se dedicó a gestionar el patrimonio
familiar y a educar a sus hijas, Beatriz y Elvira.
En
los primeros años del siglo XVI Gonzalo hacía la guerra en Italia,
cuando es nombrado virrey de Nápoles llama a su esposa e hijas para
que vayan junto a él. A su llegada, en 1506, María Manrique se
convertirá en la virreina de Nápoles junto a su esposo, principal
representante del poder real en tierras italianas. Italia era por
entonces el epicentro político, económico y cultural de Occidente y
la cuna del Renacimiento.
En
mayo de 1508, unos meses antes de su paso por la encomienda de
Valencia del Ventoso, el rey nombró a Gonzalo alcaide de Loja.
Gonzalo y su esposa deciden establecerse en Loja, creando en su
entorno una corte que reproducía los modelos renacentistas que
habían conocido en Italia.
La
casa del Gran Capitán establecida en Loja estaba compuesta por más
de cincuenta caballeros y en ella Gonzalo se encargaba del cultivo de
las letras y las artes militares, llegando a contar con una escuela
de gramática. De esta forma Loja se convirtió en una corte
humanista donde acudían distinguidos visitantes (diplomáticos,
embajadores, artistas y humanistas) en busca del consejo y la
sabiduría de Gonzalo y de su esposa.
Tras
la muerte de Gonzalo el 2 de diciembre de 1515, María Manrique,
además de dedicarse a garantizar la perpetuación de la memoria de
su esposo, se convierte en protagonista absoluta y mecenas de esa
corte renacentista hasta su muerte el 10 de junio de 1527 en su casa
de Granada.
María
Manrique fue una de las personalidades más influyentes de aquellos
primeros tiempos de la modernidad, una singular mujer, dama
humanista, hábil administradora y excelente diplomática,
introductora del nuevo estilo renacentista en España.